Producción orgánica en Argentina: ¿una oportunidad exportadora?
04 Abr 2023
En los últimos años se observa un creciente aumento a nivel mundial tanto del consumo de productos orgánicos certificados como de las superficies destinadas a este tipo de producción.
Este crecimiento está asociado con un cambio de tendencia en los patrones de consumo a nivel mundial, hacia uno cada vez más saludable con una mayor conciencia sobre las consecuencias de la utilización del suelo y los impactos de la contaminación medioambiental.
Las ventas minoristas de productos orgánicos en el mundo experimentan, desde inicio de siglo, una tasa de crecimiento promedio anual mayor que el 10%. Esta positiva trayectoria fue especialmente vertiginosa durante los últimos diez años, período en el cual se triplicaron las ventas.
Según datos del Instituto de Investigación de Agricultura Orgánica (FIBL), en 2020 se destacaron tres mercados que explicaron una parte fundamental de este proceso: Estados Unidos, con un 41% de la cuota del mercado; la Unión Europea, con 37%, y China con 8,5%, siendo el país con mayor crecimiento en la último decenio.
Es importante destacar que la agricultura orgánica contribuye a mitigar el calentamiento global debido a la mejora en la capacidad de capturar carbono de la tierra y mediante la eliminación del uso de fertilizantes nitrogenados inorgánicos (cuya síntesis y aplicación implica la emisión de gases de efecto invernadero tales como el óxido nitroso y el amoníaco).
A su vez, la reducción en el uso de productos para la protección de las plantas (pesticidas, herbicidas, insecticidas y fungicidas) disminuye sustancialmente los efectos directos e indirectos que estos productos tienen para la salud humana y el medio ambiente.
Consumo mundial
Junto con el aumento del consumo mundial, actualmente se observa una proliferación de las restricciones a las importaciones de productos agrícolas por parte de los países desarrollados, tales como las medidas sanitarias y fitosanitarias (MSF), los límites de tolerancia para la protección de las plantas, el ajuste de carbono en las fronteras (en el caso de la Unión Europea) y la creciente incorporación de disposiciones ambientales en los acuerdos de integración comercial.
Por ello, incursionar en la producción y en la exportación de productos orgánicos, así como también en el desarrollo de las capacidades estatales para tal fin, no solo implica adecuarse al futuro sino también evitar una potencial pérdida de las exportaciones de productos alimenticios. De hecho, el 65% del valor de nuestras exportaciones en los últimos cinco años fue generado por productos y subproductos de origen animal y vegetal.
Las exportaciones de productos orgánicos muestran un considerable diferencial de precios unitarios frente a sus homólogos convencionales o no orgánicos. Este diferencial no responde a un mayor nivel de procesamiento en la cadena de elaboración productiva sino que en gran medida es consecuencia de las certificaciones obtenidas en función de la modificación de los procesos productivos hacia la elaboración orgánica. De esta manera, el potencial aumento de las exportaciones argentinas se puede dar por dos vías complementarias: por un lado, mediante el aumento de los precios unitarios de la exportación de la producción preexistente que realiza la transición hacia lo orgánico; por otro lado, a través de la apertura de nuevos mercados de exportación más sofisticados.
Según el último informe del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), el 93% de los 3,9 millones de hectáreas destinados a la producción orgánica en Argentina está compuesto por pastizales permanentes para pastoreo, casi en su totalidad de ganado ovino y la producción de lana, que es exportada prácticamente en su totalidad en calidad de materia prima. Esta situación, junto con el escenario mundial descripto, abre un abanico de desafíos y oportunidades para nuestro país vinculados con la profundización de la necesaria transformación de su agricultura hacia la producción orgánica, con un triple efecto esperado: un mayor crecimiento económico ante el incremento de la producción y las exportaciones, una mejora en la calidad de la alimentación de la población local y la mitigación de los efectos del cambio climático.
Fuente: Bae Negocios